14.5.08

La Piedra Angular



Por Patricio Salazar

Ya se ha recorrido mucho camino desde que, en 1903, W.C Handy descubriera el blues de la única forma que podía ser posible: tocado por un hombre triste sentado en medio de la noche en una estación de trenes al sur de los Estados Unidos.

Cuenta la leyenda que Handy esperaba el ferrocarril que lo llevaría desde Tutwiler a Memphis cuando el sonido de un cuchillo en contra de una guitarra lo liberó del silencio abrumador de la estación de trenes: “el cantante repitió la estrofa tres veces, acompañándose con la música más extraña que he oído nunca”, dijo el asombrado músico.

Desde ese momento el curso de la cultura popular del siglo XX sufriría un cambio radical. La expansión del “sonido del alma” colocaría poco a poco en primer lugar el legado de una raza que por 400 años había permanecido oculta en las plantaciones de algodón y la opresión. De pronto, los hijos de los terratenientes blancos se atrevían a cruzar la calle hacía los clubes de negros sólo para oír esta música, dejando en la vereda de al frente las rígidas costumbres decimonónicas.

Al otro lado del océano, los jóvenes ingleses comenzaban a aferrarse de los sufrientes sonidos del blues para alejarse de la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, los diez años del mayor conflicto bélico de la historia condensaron bastante bien la sensación de cuatro siglos de aberraciones en contra de los esclavos negros. Ingleses y afro americanos nunca se habían visto, pero la conexión espiritual estaba hecha.

Gente como The Rolling Stones y Eric Clapton vaciaron sus frustraciones y deseos de “algo más” a través de los típicos acordes del sur de los EUA. No hablaron de plantaciones, ni de esclavitud, pero si de juventud y revolución con la misma fuerza que en los 70 lo haría la generación Punk. Nada de aditivos y pirotecnia. Un par de notas y al grano. Así funcionaba el nuevo discurso. Tanto para negros como para punkies, la disconformidad venía en paquetes de tres acordes.
Gracias a esto la expansión de las figuras del blues se hizo global. Gente como John Lee Hooker salió de las plantaciones y recorrió el mundo para mostrar su arte desenfadado. La figura del Bluesman se volvió icónica y el granuja, como pocas veces, era el centro de atención. No era necesario ser popular, aceptado, guapo, ni encajar en ninguno de los estereotipos de la época. Sólo había que actuar desde el corazón, aunque no siempre se estuviera en lo correcto.

Las primeras figuras del blues tenían todas las características de los antihéroes modernos. Ninguno de ellos figuraba como seres virtuosos y políticamente correctos. Son House y Leadbelly estuvieron presos por homicidio. Howlin Wolf acostumbraba entrar gateando al escenario gruñendo y ladrando al público, sólo para luego jactarse de sus aventuras impropias con el alcohol y mujeres casadas. Si escuchan detenidamente “Back Door Man” entenderán lo que digo (la puerta de atrás no necesariamente es la de la casa)

Y Robert Johnson. El mayor “bluesman” de la historia debió hacer un pacto con el diablo para poder grabar esas 29 canciones en donde quedó registrado su enorme talento. Finalmente moriría asesinado por un marido celoso. Nadie hace las cosas gratis, mucho menos Satanás.

Desde aquí nació todo lo que conocemos hoy. La actitud, los acordes, la protesta. El blues fue la pidra angular de la música popular del siglo pasado. Fue el punto de encuentro entre dos razas en conflicto. Así se forjó una actitud distinta a la del siglo XIX. La vida ya no era plana, ni teórica. Era cuerpo y alma. Era movimiento y tragedia. Era desencanto y amor. Era pueblo y multitud. Por fin se había instalado la inflexión necesaria para desarrollar un arte popular propio. Una forma de ser que uno años después sería y se sigue llamando simplemente “Rock”.
En trubuto a este gran estilo de música, el disco de esta semana está a cargo de Buddy Guy, músico de generación eléctrica del Blues con su álbum “A Man and the Blues”. Guy es uno de los guitarristas fundamentales en el desarrollo del Rock And Roll. Sus potente fraseo y sus intensas líneas solistas definieron como nadie a artistas como Jimi Hendrix, quienes vieron en su estilo la forma de llevar un paso más allá una fórmula que ya a esa altura tenia 50 años.

Buddy Guy depuró su estilo con el maestro Muddy Waters y por hoy es uno de los últimos bluesman, de aquella época, que sigue actuando regularmente. Si quieres escucharlo sólo debes hacer clic acá: http://www.mediafire.com/?9zye9rxlddu

Y escuchen LADO B en nuestro podcast http://ladob.podomatic.com/

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