Quienes tienen el privilegio de haber vivido varias, o sólo algunas en mi caso, de las décadas que han visto correr por sus años a los camaleónicos sonidos del Rock & Roll, saben que en ese largo camino se han encontrado con innumerables voces, solos de guitarras, letras para recordar mientras se va por la calle o melodías para dedicarle a la novia o novio de turno.
Pero también, sabemos que en medio de tanta buena, y por cierto pésima, música, existen piezas que no sólo nos robaron su atención por un rato, sino que nos deslumbraron y se quedaron en nuestras vidas sonoras para siempre. Verdaderas “joyitas” que sin querer queriendo, reflejan un sentir individual y a la vez, pueden llegar a convertirse en la voz de una generación o el latir de una década completa.
“Tommy” de The Who, “Are you Experience” de Jimmy Hendrix, "Nevermind" de NIrvana, el primer disco de Elvis o cualquiera de los grandes clásicos de The Beatles… la lista es grande pero selecta. Encuentras listas arbitrarias en las grandes revistas y a veces no estás de acuerdo, per para eso existen las propias selecciones que catalogamos por años, alegrías, penas, lo que la música te provoque.
“Quiero que este disco sea el The Wall de la Generación X”, decía sin aspavientos Billy Corgan al minuto de referirse al por ese entonces su nuevo disco: “Mellon Collie and the Infinite Sadness”. No sé si el quizá ambicioso deseo del pelao Corgan se habrá hecho realidad al pie de la letra, pero sin duda si hablamos de imprescindibles en la década de los 90’s, el tercer disco de estudio de The Smashing Pumpkins lo es, sí o sí.
Queda poco para terminar esta, la primera década del siglo 21. Mirando hacia atrás, aún no se me ocurre ningún disco que haya marcado demasiado como un “Mellon Collie…”, o un “Ten” de Pearl Jam. Quizá es necesaria la distancia para apreciar mejor, aún queda tiempo para que alguien nos sorprenda. ¿A usted querido lector se le ocurre alguno?
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