12.6.09

Perfecta simpleza

A.Z.C.

En ella no se encontrarán complejas y ensayadas coreografías, tampoco pomposos escenarios y menos coloridas interpretaciones en medio de la calle, mientras los transeúntes pasan, dando la idea de que es normal que de la nada alguien se ponga a viva voz a cantar o bailar, acompañado por un ejército de imitadores de Fred Astaire aparecidos de la nada.

La cinta irlandesa Once (2006) es todo menos eso. Porque pese a ser un musical no se encuentra plagada de momentos “mágicos” en los cuales dar rienda suelta al baile y al canto, es más, no posee ninguna coreografía a lo largo de sus apenas 85 minutos de metraje y, por el contrario, su carácter musical radica sólo en las canciones que acompañan a la película y que fueron escritas especialmente para esta historia que, aunque parezca romántica, trata más sobre las relaciones humanas y la pasión por la música, que el amor.

La historia trata sobre “El” (Glen Hansard), un músico callejero que todas los días se para en una de las principales avenidas de Dublín a interpretar, por el día, versiones de canciones conocidas y, por la noche, sus propias creaciones y “Ella” (Markéta Irglová), una joven checa recién llegada a Irlanda que vende rosas en la calle y limpia casas para poder mantenerse, pero que además es una virtuosa pianista.

Ambos personajes interactúan en la que podría definirse como la archiconocida fórmula de “chico conoce a chica” pero que en manos de su joven director, John Carney, toma un cariz distinto, uno donde el espectador no se siente obligado a esperar la primera declaración de amor y, mucho menos, el primero beso.

Por el contrario, el motor que mueve la historia es la pasión de ambos personajes por la música y las distintas melodías que van entonando a lo largo de la película, las cuales están elegidas y colocadas con tal precisión y elegancia que no permiten al espectador dudar de su “veracidad”, pareciendo muchas veces un diálogo más de los personajes o, cuando no es cantada, parte del aire que éstos respiran. Una calidad que no ha pasado desapercibida y que llevó a la cinta a obtener en 2008 el Oscar a la Mejor Canción Original, por Falling Slowly, pese a competir contra multimillonarias producciones de Hollywood como Encantada.

De igual forma, los distintos temas que “El” y “Ella” interpretan a lo largo de la historia demuestran el real talento de ambos y, he aquí parte del secreto de la cinta, ni Hansard ni Irglova habían actuado nunca antes -salvo una pequeña participación del primero en el musical The Commitments (1991) de Alan Parker-. Se trata de dos músicos profesionales que hasta hoy se desempeñan regularmente como tal: Irglóva es una reconocida intérprete clásica de piano y Hansard es líder de la banda de rock The Frames.

Una circunstancia que más que invalidarlos les permitió aportar buena parte de la frescura e inocencia que rodea a la cinta. Una simplicidad que conmueve, identifica y va mucho más allá del suspiro inicial de la platea.

Descarga la banda sonora aquí

No hay comentarios.: