5.6.09

El anticipo de lo grande


M.C.C.

En el afán de la prensa por crear fenómenos para reemplazar a los otros anteriores (y así tener siempre sobre qué reportear), muchos han sido los grupos musicales que fueron ignorados en un principio para después convertirse en fetiches. A Black Sabbath le pasó en sus inicios, lo mismo con The Police, por poner dos ejemplos al azar.

En los '90 esto pasó con The Smashing Pumpkins y su placa Gish, que fue más bien ignorada porque todos tenían puestos sus ojos en Nevermind de Nirvana. De esta forma, la tremenda capacidad de composición que se dejó ver en el disco debut de la banda de Billy Corgan pasó sin pena ni gloria aquel 1991.

Quizás el hecho que no le prestaran la atención que creía que su banda merecía, pudo influir para que el calvo guitarrista decidiera ser más tirano aún en las grabación y creación de las canciones para su siguiente álbum, relegando a todos los miembros del grupo a ser meros expectadores. La excepción fue Jimmy Chamberlain, a quien ciertamente Corgan no le hacía el peso en la batería, gracias a que el percusionista dominaba su instrumento a la perfección al venir del exigente mundo del jazz.

Así fue como apareció Siamese Dream, el disco que hizo que la prensa comenzará a fijarse en The Smashing Pumpkins, al punto de considerar que podían seguir los pasos de Nirvana (porque eventualmente tenían que pasar de "moda"). Si bien eso no ocurriría hasta Mellon Collie and The Infinite Sadness, ya aquí se tuvo una buena probada de la duplicidad de Corgan para crear canciones que agradaran tanto a rockeros acérrimos como al mundo más pop.

Siamese Dream viaja en el límite de los sonidos del rock indie y la música mainstream de frentón, dejando claro que no eran cosas necesariamente excluyentes. Geek U.S.A. y Disarm son ejemplos de ambos estilos, el ruido contrapuesto con la balada pop. Today, Quiet y Mayonaise, por nombrar algunas, vendrían a ser la fusión de esas sonoridades, haciendo que la ecuación ciertamente esté balanceada.

Claro que no hay que dejar de lado ese dejo de repetitividad (que no es lo mismo que monotonía) que provoca "quedarse pegado", un sello siempre presente en el rock independiente de Estados Unidos desde la década de los 80'.

El segundo disco de los Smashing Pumpkins ciertamente no es la obra cúlmine de la banda, pero sí un buen indicio de lo que se vendría después.

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